✹ Estrella de la mañana ✹
Salgo de la alcoba, giro el
cerrojo con las manos heladas, no quiero voltear atrás. Tengo la mente tan solo
atestada de repasos de cada rincón de su piel, de cada momento junto a ella, de cada risita compartida y para
colmo el pinche clima no ayuda, es como para estar acunado aún entre sus
brazos, entre sus senos. No quiero irme pero tengo que ir a trabajar en la
librería. A ella le importa un bledo si me voy o si me quedo. Su misticismo
llena mi ser poco a poco, no puedo dejar de contemplarla si está ahí, tendida
desnuda, durmiendo, ¿acaso es un ser malévolo que posee mi alma? su
aceleración, su estilo tan desenfrenado, su exasperación con la que hace el
amor, así es ella a oscuras.
Su piel era tan delicada y fina,
nada como ella, ella era fuerte, capaz, obstinada, rebelde y siempre sabía salirse con la suya. Le molestaba
que la vieran lloriquear, después de soltar el agua de sus ojos como lluvia veraniega, el rímel
al mancharle la dejaba parecida a un mapache pero más hermosa. Claro pero ella
no lloraba por pendejadas, ella decía: para sacar y depurar el alma con los
ojos. Jamás olvidare sus ojos, siempre se reflejaban en ellos si sus palabras
eran verdaderas, eran el espejo de su alma. Era un milagro que te demostrara el amor, por
ello puedo recordar perfectamente cada uno de sus magníficas muestras de lo que
tal vez fue alguna vez amor. ¿Por qué ella es así? Esa era mi pregunta, tal vez
la que me hacía cada noche ante de dormir. Después de remembrar todo en mi
mente y analizar cada movimiento y cada palabra que habíamos hecho.
Me levante con ganas de verla
esta mañana como ninguna otra vez lo he querido hacer, pero siento una angustia
por saber de ella, necesito salir corriendo e ir a la Liberia. Últimamente, ¿a
nadie le da por leer? O ¿será la crisis económica que enfrenta el país? Las
ventas van bajando increíblemente –pienso dentro de mí. Maldita vejiga no
molestes ahora ¡no ves! necesito apurarme y no ir al baño a hacer pipí. Ni si
quiera me peine, ni me lave los dientes. -¿En qué estaba pensando?- Me dije al
mirarme reflejado en el vidrio de un auto estacionado en la acera. Sí, ella detesta tener que oler a un excusado
andante y sin duda no podía pasar que le de los buenos días y que sienta el
olor para que después te mate con la mirada. Su mirada. Supongo ella debe estar
pintando en su casa, su placer es pintar por las mañanas, la inspira el clima
mañanero y el silencio que amena la calle. Toco y toco una y otra vez la
puerta, grito como un loco su nombre hacia la ventana de su cuarto. –Estela!,
Estela! De seguro estará durmiendo, igual y
es temprano… pero no abre. Le
pregunte a doña Socorrito la ama de llaves del edificio donde vive Estela pero
dice que no llego a dormir anoche y que no vio ni señas de ella esta mañana. -¿Dónde
se metió esa chamaca?- Se preguntó a sí misma en tono preocupada doña
Socorrito. -¿Dónde estás Estela y cuándo hoy, precisamente HOY tengo unas ganas
terribles de verte? Creo no asistiré al trabajo hoy, esperare sentado en la
banqueta. Ya era algo tarde y no apareció. Últimamente Estela ha estado muy mal
ya no tiene aquella fuerza espiritual que la llenaba de rebeldía. Ya no quiere
luchar, ya está rendida, no sé si de sí misma o de la “asquerosa sociedad” como
ella bien dice. Me come el temor. Estoy desesperado. Me dirijo a los lugares
donde a ella le gusta ir a reflexionar a solas, prefiero buscarla por mi cuenta
antes que ir a reportarla como desaparecida… -¿Dónde está? De repente se me
viene como por arte de magia la primera vez que nos conocimos, fue en la
librería. Ella traía el cabello suelto, largo y negro. Usaba una falda larga
hasta los tobillos, con una blusa corta, sus hombros huesudos se podían
apreciar a la perfección. Tengo la
imagen de ella buscando “Geografías” de Mario Benedetti. Se acercó a mi
desesperada… Su sonrisa, en mi mente se genera ecos diciéndose esa palabra.
Pero regreso a la realidad, Estela no está. No la puedo encontrar en ninguna
parte, solo en mi mente y en mis recuerdos. Camino buscando por ahí, de repente
veo un amontonamiento de gente en la esquina de la calle de dónde vengo
caminando, acelero la marcha en seguida, separo a la gente que hay a mi paso
siento que mis latidos se aceleran y se me congela la sangre como si estuviese
a punto de morir. Mis pupilas se agrandan, mi piel se eriza. De pronto la
aceleración va a estallar, puedo oír mis pulsos, imagino mil cosas. Estela… mi
estrella de la mañana. No, no, no puede ser eso, no puedo respirar al ver lo
que tengo frente a mis ojos, un cuerpo de un hombre indigente sin vida tendido
en la acera… con la piel erizada me quito en seguida de ahí, al menos mi
corazón va cobrando su ritmo.
Llego de nuevo con doña
Socorrito, la cual me dice en seguida, -Llego un niño corriendo y me entrego
esto a mí, en seguida estira el brazo con un sobre pequeño con mi nombre para
Manuel. Lo abro rápidamente y saco una hoja la cuál dice: “
Te
falta furia, te falta revolución, eres pequeño y lento como una tortuga que se
guarda debajo de un caparazón, que cuando tiene miedo se esconde, no saca su
verdadero ser, vives temeroso de ¿qué pasara?, ¿por qué huyes de la realidad?,
vives entre la cotidianidad y jamás te atreves a alborotar tu alma. Es hora de
ser como una libélula, vuela sin control que nadie te detenga tu vuelo, por más
alto y absurdo que parezca. Se algo imposible, se bizarro, se valiente, se
fuego en la lluvia, se luz en la oscuridad. Apuesta todo por lo que nadie crea,
atrévete a cambiar a ti mismo, pon ahorcar los hábitos, no intentes cambiar al
mundo, cambia tu propio mundo, has que afloren tus sentimientos en las pieles
de los demás, sonríele a las derrotas, demuestra que ser un alma aguerrida vale
más que mil hombres rendidos…” Y más abajo “estoy cambiando mi mundo y
espero que cambies el tuyo…”
Mi
subconsciente narraba la carta con su voz, la voz de Estela. Doble la hoja y enseguida la metí en el bolsillo de mi camisa junto a mi corazón, ahí donde vive Estela.
Por:
Anette Bravo Carrillo
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